Por Luis Pérez Casanova.
Todo lo que ha ocurrido con las elecciones del día 15
tiene un solo responsable: el presidente de la Junta Central Electoral (JCE),
Roberto Rosario. Su obstinación en que el proceso se hiciera como él lo había
diseñado y programado ha traído como consecuencia esta crisis que recuerda
otros tiempos, que con la tecnología y modernización se creían superados.
La gente solo podía confiar, sin dudar, reclamar ni
cuestionar en lo más mínimo porque bastaba con su afirmación de que estas
serían las votaciones “más transparentes y organizadas de la historia de
República Dominicana”.
La empresa que se contrató para auditar el padrón
certificó que el trabajo era casi perfecto, el más acabado de América Latina;
los equipos pasaron todas las pruebas técnicas, mientras el presidente de la
JCE se jactaba en afirmar que mientras el organismo se modernizaba los partidos
políticos, esos que tanto fastidiaban con reclamos extemporáneos, seguían
anclados en el pasado. Tantos alardes de un funcionario que no escuchaba solo
generaba dudas.
Rosario, con un protagonismo que resumía en él las
funciones del tribunal, solo cedió en parte ante la petición de una oposición
que corría en desventaja en todos los aspectos, incluida la alta valoración que
daban las encuestas al presidente Danilo Medina, por recomendaciones de los
observadores de Unasur. Aceptó que se contara un porcentaje manual de los
votos, pero única y exclusivamente a nivel presidencial, porque, según sus
palabras, ya no había tiempo para más.
Sin embargo, gracias a la intervención de la
Organización de Estados Americanos (OEA) cedió a último minuto a la demanda de
contar en forma manual los votos de niveles congresuales y municipales, lo que
en definitiva fue su salvación y la del propio proceso.
La transparencia y organización de que tanto alardeó
el presidente de la JCE brillaron por su ausencia. Lo confirman los fallos que
presentaron los escáneres que se habían adquirido para dar a conocer los
resultados en el menor tiempo.
Pero también el informe de la misión de la OEA, según
el cual la implementación de las herramientas tecnológicas tuvo serias
dificultades debido a la falta de recursos humanos y a la falta de condiciones
de infraestructura periférica para su correcto funcionamiento. Como colofón
consideró que los procedimientos relativos al conteo de los votos estén
definidos con mayor claridad en la ley “dado que es un componente fundamental
de un proceso electoral que no debería estar sujeto a reglamentaciones
internas”.
De no mediar la crisis de confianza que arrastra el
tribunal, que su presidente alimentó con sus actitudes, los incidentes, aunque
algunos muy graves, no hubieran tenido tanta repercusión.
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