Por MINERVA ISA/ hoy.com.do
Más que las palabras, convencieron sus hechos. La solidaridad, el sacrificio y entrega de los hermanos pobres de San Francisco que viven en El Caliche haciendo suya la carga de los desvalidos, lograron que sus habitantes los sientan parte de ellos, tan anhelantes como ellos de vencer la degradante pobreza, la marginalidad.
Hay signos esperanzadores. Es gratificante saber que no todo está perdido, que esta pobreza no es una fatalidad histórica, que no es fruto irremisible del destino, exclama fray José Guerrero, sacerdote franciscano.
Están decididos a construir un entorno diferente, de paz, fraternidad, amor al trabajo, al estudio, de respeto a la vida. Crear un hábitat ecológico, sembrando una conciencia conservacionista. Crear un ambiente sano, sin basureros ni cañadas malolientes, sin la perturbación del incesante ruido.
Un propósito los une, la Fundación Futuro Cierto los enlaza en una cadena de solidaridad.
A principios, al llegar al barrio en 2004, no era así. Fray José y cuatro seminaristas soportaron agresiones, insultos, ofensas. Sobresaltos con el silbato de balas, tiroteos incesantes en enfrentamientos entre macheteros. Noches insomnes bajo una lluvia de piedras que retumbaban en su casita, cuando las drogas desquiciaban la mente de algún joven y le caía a mandarriazos a la puerta.
“Yo sentía como ese llamado interno, ir al barrio donde se cuece el problema a hablar de Jesús, cuando llegamos aquí, esto era como esas películas del Viejo Oeste, todos los días a las 3:00 de la madrugada oíamos un tiroteo, un tiroteo, un muerto casi cada tres meses”.
Muro de las lamentaciones. La pesadilla terminó al ser acogidos como parte de ellos. Hoy su casita se ha convertido en el muro de las lamentaciones de El Caliche, de Villa Duarte. No solo buscan ayuda material, van para una consulta espiritual o una intervención cuando hay peleas entre familias.
“Ellos nos respetan. En el trajín, cuando ven llegar al padre o uno de los hermanos con el hábito, se calman”.
Con ellos comparten las misas, celebradas a veces en callejones por la pequeñez de la capilla, los niños con sus laticas para sentarse, otros de pie o en el suelo, atentos a la Eucaristía, a la homilía, aunque sorprenda la lluvia, una inoportuna pelea de perros o improperios de algún borracho.
Les acompañan en las procesiones con el Santísimo por los callejones para bendecirlos, exorcizar los demonios de la delincuencia, prostitución, droga, alcohol y otros males.
Menos violencia. Además de arriesgada, parecía una misión imposible, un sacrificio estéril, no obstante, la violencia aminoró. Tenemos casi tres años sin una muerte violenta, afirma el fraile franciscano, quien no solo hizo la opción por los pobres, sino también por un barrio violento.
“Volví al barrio por la violencia que existía y gracias a Dios es un pasado. ¿Cómo se logró? Con esa adoración al Santísimo en la capilla permanentemente, la gente va a dedicarle un tiempo a Jesús, la presencia de Jesús en el barrio, ese ha sido el gran milagro que ha sucedido aquí para que la violencia vaya desapareciendo progresivamente”.
Un aliento en medio de tanta pesadumbre, porque gente del barrio que muere por carecer de atención médica, hay muchos embarazos en adolescentes, la falta de empleo que desmotiva a los jóvenes para el estudio.
Ese es un problema serio, también el dinero fácil, la droga, muchos jóvenes quedan atrapados en ese mundo, al no tener un trabajo estable y al ver ese mundo fácil de las drogas, del robo. Se nos van por ahí y sacarlos de eso nos da mucho, mucho trabajo; por eso el empeño de que logren un empleo.
Difícil, mas no imposible. Testigo es un exdelincuente a punto de suicidarse. Un día se apareció en la capilla, tiró el arma diciendo: fray quédese con eso. “Me llevé a ese joven a Santiago, le conseguí un trabajo, dejó todo ese mundo de violencia, hoy es un hombre nuevo”.
Algo va a suceder. Fray José no se deja abatir por las agobiantes carencias en el barrio, está optimista. Con la Fundación se está gestando “un movimiento de solidaridad entre los pobres, el sentimiento de que juntos podemos, se ha creado una cadena de solidaridad”.
Muchos jóvenes nos dicen, fray queremos trabajar con usted en este proyecto, cómo podemos, están sumamente interesados, los niños, los adolescentes, el saber que algo nuevo va a pasar aquí ha creado esta solidaridad.
En pos de las metas de la Fundación, fray José lucha con el tesón de hace once años, cuando concibió el proyecto de evangelizar El Caliche, muchachas consagradas a Dios viviendo en el corazón del barrio, con una denuncia profética. La inseguridad lo impidió. El sacerdote se aferraba a la idea, también a sus lazos con los capuchinos. Estando en oración vino a su mente un pensamiento profundo.
José, ¿por qué tú no empiezas ese proyecto?
Señor, pero es que yo no quiero dejar mi orden.
La idea se mantuvo fija, persistente. Se decidió al comentarle una hermana suya evangélica que en todos los hogares había armas de fuego o armas blancas.
“En la madrugada en el patio de mamá aparecía un mudo amolando machetes, le pagaban ambos bandos”. “Me vino a la mente qué está haciendo la Iglesia para que esta violencia vaya desapareciendo, la presencia de militares, y los programas Barrio Seguro no han funcionado”.
Aunque nunca pensó dejar la orden, rompió ataduras, se trasladó al barrio, pero la adaptación fue difícil. Un bullicio perenne, perturbador, fue un choque, añoraba la paz, la tranquilidad de los seminarios.
“El barrio es totalmente lo contrario, le digo a los seminaristas, aquí hay que hacerse santo y estudiar en medio de este mundo con mucho ruido, la bachata, la pelea, casi a los dos años hubo una agresión fuerte.
La única tentación. En una ocasión no pudo dar a un joven lo que pedía. Una tarde, iban en procesión, el muchacho estaba drogado, los siguió y apedreó. Volvió a los diez días tumbando la puerta con una mandarria. “Golpes y golpes a las 3 la mañana, todos despiertos, yo pensé, la gente está escuchando y no sale a defendernos.
“Fue la única tentación que he tenido de dejar el barrio, pero sentí una voz interior que me decía, fray José usted hizo una opción por un barrio violento, cuando la violencia toca tu vida sería cobarde salir corriendo, y yo me tranquilicé y decidí quedarme”.
Por cuánto tiempo.
Para siempre
ZOOM
1. Abandonan estudios
“Me encanta cuando paso por un callejón y veo niños estudiando, haciendo su tarea”, dice fray José. Los pequeños conservan la ilusión de la escuela, de aprender, pero la esperanza desaparece cuando el joven despierta a su realidad, a la falta de oportunidades. “Cuando me piden que les ayude a buscar trabajo, si presento un pensum con una carrera técnica es más fácil, debemos insistir en la educación, pero están muy desmotivados y abandonan los estudios.
2. Educación-trabajo
Uno de los principales objetivos de la Fundación es la educación integral. Realizan cursos técnicos con Infotep, que les suple profesores. “Es un trabajo muy hermoso, las mujeres están respondiendo más, hacen cursos de farmacia, manicure, repostería. Pero la educación anda mal. Es que muchos jóvenes no consiguen trabajo, inclusive entre los pocos que logran un oficio o una carrera universitaria. “Un muchacho del barrio terminó su carrera de ingeniería y viene a veces a la casa a buscar algo, no halla trabajo, y eso desmotiva a los demás, ¿para qué estudiar tantos años si después no consigue empleo?“Cuando uno logra ubicar a un muchacho en un trabajo, brota el deseo de seguir estudiando