Por FELIPE CIPRIÁN
El Rosalito, San José de Ocoa.-Enclavada sobre el macizo que se eleva entre los ríos Mahoma y Nizao, a 1,045 metros sobre el nivel del mar, El Rosalito aloja a una laboriosa comunidad de agricultores que por más de 150 años se ha distinguido por la dedicación al cultivo de café de excelente calidad para el consumo nacional y la exportación.
El Rosalito, San José de Ocoa.-Enclavada sobre el macizo que se eleva entre los ríos Mahoma y Nizao, a 1,045 metros sobre el nivel del mar, El Rosalito aloja a una laboriosa comunidad de agricultores que por más de 150 años se ha distinguido por la dedicación al cultivo de café de excelente calidad para el consumo nacional y la exportación.
Con su
labor, estos agricultores contribuyen notablemente a conservar las aguas que
dan vida al litoral sur con los sistemas de regadío, surten los acueductos de
Santo Domingo, San Cristóbal y Baní, a la vez que generan electricidad. Los
agricultores que hacen ese milagro tienen como único servicio estatal las
escuelas primarias para educar a los niños. ¡Nada más!
A mediados
del siglo XX, era El Rosalito la zona productora de café en mayor cantidad y
calidad de Ocoa, y el movimiento laboral alrededor de esta producción atraía a
jornaleros de lugares tan distantes como Azua, San Cristóbal, el Cibao y
migrantes de Haití.
Al influjo
de esta producción se levantaron media docena de factorías en plena montaña
para completar el procesado de este grano y suplirlo a los exportadores, a la
par que otras tantas operaban en la ciudad de Ocoa con parte del café de El
Rosalito y otras comunidades de menor producción como Mahoma, Santana, Rancho
Arriba, Cañada Grande, Nizao y Los Anones.
En los años
cincuenta del siglo pasado, gran parte del movimiento comercial de Ocoa se
sustentaba principalmente en la producción de café de El Rosalito y por ello
surgieron grandes comercios servidos por banilejos y árabes que garantizaban la
reposición de mercancías, utensilios de labranza, medicinas y centros de
diversión y de esparcimiento.
Los nombres
de José María Encarnación, José Altagracia Tejeda (Titico), Merardo Báez
(Sijo), Ramón Encarnación (Mon Prudencia), Neftalí Castillo (Talí), Andrés
Chalas (Cono), Merito Ortiz, Bienvenido Soto, entre otros, están ligados de
forma íntima con la producción, procesado y comercialización de café en este
lugar.
Costeados
por el rendimiento del café y otros productos, labores que se realizaban a lomo
de mulas, estas y otras familias lograron construir viviendas en la ciudad de
Ocoa, alojar a sus hijos para estudiar y de ellas han salido sobresalientes
profesionales que han servido al país con entrega y honradez tanto en las
funciones públicas como privadas.
La pujanza
de la producción de café en El Rosalito se vio cortada de manera forzosa por la
barrida provocada por el huracán David el 31 de agosto de 1979. De ahí en
adelante, la “Meca del Café” ha devenido en un territorio abandonado por las
autoridades, dejaron perder hasta esa fecha una de las fuentes de riqueza más
admirables de que disponía Ocoa.
La
importancia forestal de El Rosalito. Cientos de familias continúan braveando
con las dificultades de una zona de alta capacidad productiva, de tierras
fértiles, pero abandonada por los gobiernos a lo largo de décadas, cultivando
el café, otros granos y frutas que representan la salvación desde el punto de
vista forestal de la vena de agua que mayor provecho saca el país en el cauce
del Nizao.
Eso es
inexplicable porque El Rosalito es la loma donde nacen más de veinte arroyos
que van a unir sus aguas permanentes hacia los ríos Mahoma y Nizao, los dos
cursos de aguas mayores que surten las represas de Jigüey, Aguacate, Valdesia y
el embalse de La Baría.
Ninguna otra
comunidad aporta tantos afluentes de agua a esa infraestructura que suple a los
acueductos de Santo Domingo, San Cristóbal y la mayoría de los poblados de
Baní. Igualmente de ahí es que se irriga la mayor cantidad de tierra de la zona
costera de San Cristóbal y de Baní, a la vez que se genera electricidad segura
y barata para la producción y el servicio residencial de toda la República
Dominicana.
Aunque El
Rosalito da ese aporte inigualable a la vida de los ríos Mahoma y Nizao, no
dispone de un acueducto, de electricidad, canales de regadío ni de un camino
carretero en condiciones de sacar la producción y movilizar a las personas. Un
proyectado acueducto formulado por Inapa en 2008, quedó solo como proyecto y la
gente tiene que ir a los arroyos a recoger agua en barriles para suplir sus
necesidades.
El hilo de
“carretera” que comunica a El Rosalito con el Distrito Municipal de Las
Auyamas-Nizao, es un chucho casi idéntico que el camino de mulas que usaban los
abuelos cuando la dictadura de Trujillo.
Y como en
esos tiempos, aun no hay un puente para cruzar cuando el río está algo crecido
puesto que el único jeep convertido en camioneta que se arriesga a subir los
poco más de siete kilómetros llevando pasajeros y bajando cargas, únicamente lo
puede hacer cuando el Nizao va muy disminuido en su caudal. En tiempos de
lluvia hay que cruzar en mulas o lanzarse a nado a pie, y dejar la carga atrás,
porque no hay opción.
El reclamo
de agricultores. Aislados y dispuestos a sobrevivir a las adversidades de la
desatención y hasta a la ingratitud de las autoridades, los agricultores se
niegan a abandonar El Rosalito para poblar orillas de las ciudades y en cambio
se disponen a reclamar los servicios que les corresponden.
Actualmente
están en plena producción de habichuela y por todos lados están hombres y
mujeres arrancando, secando y paliando una de las mayores cosechas de los
últimos años de esa leguminosa, lo que los convence de que “el hombre de
trabajo no se va de la tierra que produce frutos”.
Con más de
veinte años de fundada, la Asociación Pro-Bienestar de El Rosalito, que agrupa
a 175 agricultores, quienes se han dispuesto a elevar su reclamo y motivar a
las autoridades para que acudan a darles servicios a cambio de su cuidado del
bosque para que los ríos y arroyos no se sequen, así como de entregar café,
aguacate, naranjas, ganado, aves y viandas a los mercados.
“Lo único
que tiene El Rosalito, de parte del Gobierno, son las escuelas; nada más”, dijo
Jairo Pepén, presidente de la Asociación, quien deploró que la comunidad no
disponga de carretera en buen estado, servicio sanitario, acueducto y
electricidad.
Por el
esfuerzo de los dirigentes de la Asociación, con la ayuda de algunos
profesionales que nacieron allí, el Distrito Municipal de La Ciénaga, al que
pertenece El Rosalito, se ha comprometido a hacer la ampliación de un pequeño
puente del arroyo Cazuela, mientras que el Consejo Dominicano del Café
(Codocafé) se apresta a suplir alguna ayuda a los productores.
Manuel
Enrique Soto, otro dirigente de la Asociación, informó que sus reclamos han
encontrado acogida en Codocafé, cuyos técnicos se han comprometido a
entregarles dos quintales de semillas de café resistente a las plagas, las
fundas y los fertilizantes para construir un vivero comunitario que permitirá
iniciar el proceso cambio de las viejas variedades por las nuevas.
Asimismo,
esos técnicos los ayudarán a gestionar pequeños préstamos con el Banco Agrícola
para plantar el café y darle mantenimiento a las fincas.
“Pero
nuestra mayor urgencia es que nos reconstruyan la carretera para nosotros poder
sacar la producción y viajar con seguridad, porque el camino actual es muy
peligroso y cuando llueve se torna intransitable”, expresó Soto, quien además
de dirigente agropecuario, es el pastor que anima la Iglesia evangélica de la
comunidad.
Soto hizo un
llamado a la Empresa de Generación Hidroeléctrica Dominicana (Egehid) para que
valore el aporte que hace El Rosalito en la protección del bosque y la
producción de agua para las presas del río Nizao, sin que hasta la fecha se le
haya devuelto nada a cambio.
“Tal como
está haciendo la Empresa de Generación Hidroeléctrica al construir una
carretera asfaltada entre El Rodadero y Palo de Caja, aquí en Ocoa, para ir
hasta el muro de la presa de Jigüey, así debe hacer con la carretera Las
Auyamas-El Rosalito porque el agua es de aquí que va hacia las presas”, apuntó
Soto.
En su
interés por salir del aislamiento y el olvido, los agricultores de El Rosalito
dijeron que están decididos a buscar apoyo social con todos los sectores de
Ocoa y ya tienen contactos para unir fuerzas con el Bloque de Productores
Peravia-Valdesia (Blopeva) que impulsa sus reclamos en la cuenca baja del río
Nizao.
Si las
autoridades tienen interés en garantizar agua y electricidad para las ciudades,
regadío para los predios de la costa de San Cristóbal y Baní aprovechando las
aguas del Nizao, tendrán que acudir a ayudar a los agricultores de El Rosalito,
en Ocoa, porque constituyen la parte fundamental para que el cauce del río no
se quede seco aun cuando haya sequía como la de los últimos dos años.
Lo que
exigen estos agricultores, por ahora, es poco: una carretera de poco más de
siete kilómetros, que les suplan plantas para mejorar sus plantaciones de café
y aguacate, lo que sin duda contribuirá a incrementar la cobertura boscosa del
macizo que más arroyos permanentes suplen al
Nizao y una
mejoría de vida a quienes los protegen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario