viernes, 4 de diciembre de 2015

Carta Abierta al Señor Rector de la UASD

Santo Domingo, D.N.
3 de Diciembre del 2015
 Señor Rector Iván Grullón
Su Despacho
 Distinguido Rector:
 Acto 1
“Cambia, todo cambia”, invoca una canción de Mercedes Sosa. La dialéctica nos enseña que nada es estático, nada es inmutable. La historia nos refiere sobre la desaparición y surgimiento de sistemas económicos y políticos, mediante procesos tan turbulentos como las revoluciones o adaptaciones como las reformas.
Así, a la UASD, como ente orgánico y vivo, nada le puede ser ajena. Imposible que el tiempo pase y la Universidad se mantenga  inamovible.
En ese orden, es impensable que el modelo que ha prevalecido en llevar a los candidatos a ocupar los puestos de dirección de la Universidad sea sostenible en el tiempo y en espacio. Esto, por un lado, debido a la restricción presupuestaria que pesa sobre la UASD, haciendo incosteable toda acción sustentada en la discrecionalidad  y, por otro lado, por los niveles de inequidad exponencial que genera la asignación de sueldos, compensaciones y conexas no basadas en méritos ni escalas salariales, lo que se traduce en favoritismo de unos a expensas de otros.

Al respecto, es oportuno recordar la teoría del votante medio, pues se sabe que en la elección de las autoridades en la Universidad, entre ella  el puesto de Rector, un voto es significativo, debido a que representa un 0.03% del total del electorado. En contraste, para elegir al presidente del país un voto representa un 0.000014%. Grande es la diferencia, no sólo por el peso específico que representa un votante en cada caso, sino por la expectativa que se crea en el votante medio y la rendición de cuentas que en el ejercicio propio de la función a desempeñar debe rendir una autoridad electa.
Me explico, un rector electo, sea cual fuere, para llegar a la posición, pudo haber amarrado sus aspiraciones voto a voto, comprometiéndose con una cantidad de votantes mediante promesas de designación en puestos administrativos, en calidad de botín de guerra. Luego, con sólo prometer 300 cargos a igual cantidad de personas, mueve la balanza a su favor en un 9%, si le ofrece esos 300 cargos a 900 votantes la balanza se inclina en 27%. Y así sucesivamente, sólo que como dice la canción “no hay muchas sillas para tanta gente”. De modo que, a  la hora de la victoria habrá compromisos que evidentemente no se cumplen.
Se esperaría, en consecuencia, que las inconformidades del votante-comprometido, tendrán un impacto mayor al momento de los reclamos, junto a todos los votantes que no vean sus expectativas cubiertas, por ser cuantitativa y cualitativamente muy diferentes al votante a las presidenciales de un país. Pues si bien, un votante ubicado en los confines del país, que pudo haber preferido un candidato por una simple canasta de alimentos, en términos de la teoría marginalista, sus posibilidades de surtir efectos en el reclamo al Ejecutivo son muchos menores que la de un profesor de la UASD que haya votado bajo la promesa de algún privilegio de orden académico o administrativo.
Un esquema de promesas incumplidas en un país puede renovarse y surtir efecto in saecula saeculorum, en función de la gran cantidad de gente pobre que prevalece en una sociedad sujeta a políticas paternalistas, asistencialistas y populares. Pero, mantener esa dinámica de (com)prometer y no cumplir, en una institución como la UASD, por su naturaleza, se sostiene y surte sus efectos en un mediano plazo, pero no a largo plazo.
  Acto 2
La actual gestión llegó a la más alta investidura que puede ofrecer la academia con la promesa de una “reforma”: “Relanzar la UASD”, aunque prometedora, a mi entender está limitada a la recuperación de la infraestructura, de por sí en franco deterioro, la construcción de nuevas edificaciones y espacios físicos para la docencia y la habilitación de laboratorios, tan necesarios para la docencia.
Sin embargo, en el diseño de la propuesta, evidentemente, no se tomó en cuenta un componente que debe acompañar todo proyecto: los supuestos. El instrumental del Marco Lógico nos los enseña y se refiere a aquellas cosas que debemos considerar al momento de definir un objetivo, una actividad, un componente, o un resultado a lograr.
 De modo que, es evidente que la actual gestión en la formulación de las propuestas no previó el supuesto de que las infraestructuras son inversiones de capital, para lo cual el Gobierno no asigna fondos a la UASD, por el temor o precaución de que los recursos asignados se desvíen a gastos corrientes y específicamente a la nómina. (Y como enseña la teoría de la Administración Pública: los incrementos en gastos de nóminas se convierten en gastos recurrentes y, consecuentemente, se convierten en una carga  fija para la institución).
 De ahí que el Gobierno se limita a cubrir la nómina y asignar la construcción y reparación de obras de infraestructura de la UASD a la OISOE.
(Aclaramos que la práctica de transferir recursos de un Programa a otro, dentro de un mismo Capítulo presupuestario, o de un Capítulo a otro, inclusive, es muy común en el sector público. Pero a la UASD no se le acepta, por aquello de convertir todo lo que ingresa en sueldos y gratificaciones).
 Acto 3
¿Hasta qué punto es sostenible el modelo de incrementar discrecionalmente los ingresos de algunos servidores universitarios y mandar a las calles a la masa profesoral y demás servidores universitarios en marchas y movilizaciones hasta el Palacio Nacional a reclamar un aumento presupuestal para la Universidad?
La respuesta nos la da Vilfredo Pareto: Si se parte de que una porción de la población (el 80%) acepta que la otra porción (20%) esté en mejores condiciones, siempre y cuando no vea (el 80%) ver su condición afectada, se sostiene el modelo.
 Pero que sucede, Señor Rector, que como dijimos al principio, nada es estático, y el salario tampoco lo es, pierde valor adquisitivo en la medida que el costo de la vida se incrementa.
De modo que, a medidas que la comunidad uasdiana vea desmejorar su condición de vida y mermar sus  ingresos en términos reales, entonces cuestionará el modelo que prevalece en la UASD y con él a las autoridades y todos aquellos que fueron privilegiados por el voto (com)prometido.
Aquí es obligado citar a Juan Jacobo Rousseau, en su ensayo sobre el  Origen de la Desigualdad entre los Hombres: “Yo habría querido que nadie en el Estado pudiese considerarse como superior o por encima de la ley, ni que nadie estuviese fuera de ella pudiese imponer que el Estado lo reconociese, porque cualquiera que pueda ser la constitución de un gobierno, si se encuentra en él un solo hombre que no sea sumiso a la ley, todos los demás quedan necesariamente a la discreción de él”.
Concluyo, Señor Rector, que mis reflexiones no aluden a su persona en particular, sino a un modelo que envuelve en el velo de la ignorancia y la oscuridad (citado por el filósofo John Rawls, pero en sentido positivo, para establecer un pacto entre los individuos que  escogen y optan hipotéticamente principios de justicia mutuamente aceptables) a muchos de quienes han llegado y están ocupando puestos dirigenciales en nuestra Academia, no precisamente para lograr la justicia mutuamente aceptable entre los servidores académicos, sino para beneficios individuales, sin la consiguiente retribución ni a la Universidad, ni al país.
 Con alta estima, se despide fraternalmente,
Bernardo Hirán Sánchez Melo, Ph. D.

Profesor Adjunto y Miembro del Claustro Menor

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