martes, 22 de marzo de 2016

El Rosalito y la producción de café, laborioso poblado que pide atención Gobierno.

Por FELIPE CIPRIÁN 
El Rosalito, San José de Ocoa.-Enclavada sobre el macizo que se eleva entre los ríos Mahoma y Nizao, a 1,045 metros sobre el nivel del mar, El Rosalito aloja a una laboriosa comunidad de agricultores que por más de 150 años se ha distinguido por la dedicación al cultivo de café de excelente calidad para el consumo nacional y la exportación.

Con su labor, estos agricultores contribuyen notablemente a conservar las aguas que dan vida al litoral sur con los sistemas de regadío, surten los acueductos de Santo Domingo, San Cristóbal y Baní, a la vez que generan electricidad. Los agricultores que hacen ese milagro tienen como único servicio estatal las escuelas primarias para educar a los niños. ¡Nada más!
A mediados del siglo XX, era El Rosalito la zona productora de café en mayor cantidad y calidad de Ocoa, y el movimiento laboral alrededor de esta producción atraía a jornaleros de lugares tan distantes como Azua, San Cristóbal, el Cibao y migrantes de Haití.
Al influjo de esta producción se levantaron media docena de factorías en plena montaña para completar el procesado de este grano y suplirlo a los exportadores, a la par que otras tantas operaban en la ciudad de Ocoa con parte del café de El Rosalito y otras comunidades de menor producción como Mahoma, Santana, Rancho Arriba, Cañada Grande, Nizao y Los Anones.
En los años cincuenta del siglo pasado, gran parte del movimiento comercial de Ocoa se sustentaba principalmente en la producción de café de El Rosalito y por ello surgieron grandes comercios servidos por banilejos y árabes que garantizaban la reposición de mercancías, utensilios de labranza, medicinas y centros de diversión y de esparcimiento.
Los nombres de José María Encarnación, José Altagracia Tejeda (Titico), Merardo Báez (Sijo), Ramón Encarnación (Mon Prudencia), Neftalí Castillo (Talí), Andrés Chalas (Cono), Merito Ortiz, Bienvenido Soto, entre otros, están ligados de forma íntima con la producción, procesado y comercialización de café en este lugar.
Costeados por el rendimiento del café y otros productos, labores que se realizaban a lomo de mulas, estas y otras familias lograron construir viviendas en la ciudad de Ocoa, alojar a sus hijos para estudiar y de ellas han salido sobresalientes profesionales que han servido al país con entrega y honradez tanto en las funciones públicas como privadas.
La pujanza de la producción de café en El Rosalito se vio cortada de manera forzosa por la barrida provocada por el huracán David el 31 de agosto de 1979. De ahí en adelante, la “Meca del Café” ha devenido en un territorio abandonado por las autoridades, dejaron perder hasta esa fecha una de las fuentes de riqueza más admirables de que disponía Ocoa.
La importancia forestal de El Rosalito. Cientos de familias continúan braveando con las dificultades de una zona de alta capacidad productiva, de tierras fértiles, pero abandonada por los gobiernos a lo largo de décadas, cultivando el café, otros granos y frutas que representan la salvación desde el punto de vista forestal de la vena de agua que mayor provecho saca el país en el cauce del Nizao.
Eso es inexplicable porque El Rosalito es la loma donde nacen más de veinte arroyos que van a unir sus aguas permanentes hacia los ríos Mahoma y Nizao, los dos cursos de aguas mayores que surten las represas de Jigüey, Aguacate, Valdesia y el embalse de La Baría.
Ninguna otra comunidad aporta tantos afluentes de agua a esa infraestructura que suple a los acueductos de Santo Domingo, San Cristóbal y la mayoría de los poblados de Baní. Igualmente de ahí es que se irriga la mayor cantidad de tierra de la zona costera de San Cristóbal y de Baní, a la vez que se genera electricidad segura y barata para la producción y el servicio residencial de toda la República Dominicana.
Aunque El Rosalito da ese aporte inigualable a la vida de los ríos Mahoma y Nizao, no dispone de un acueducto, de electricidad, canales de regadío ni de un camino carretero en condiciones de sacar la producción y movilizar a las personas. Un proyectado acueducto formulado por Inapa en 2008, quedó solo como proyecto y la gente tiene que ir a los arroyos a recoger agua en barriles para suplir sus necesidades.
El hilo de “carretera” que comunica a El Rosalito con el Distrito Municipal de Las Auyamas-Nizao, es un chucho casi idéntico que el camino de mulas que usaban los abuelos cuando la dictadura de Trujillo.
Y como en esos tiempos, aun no hay un puente para cruzar cuando el río está algo crecido puesto que el único jeep convertido en camioneta que se arriesga a subir los poco más de siete kilómetros llevando pasajeros y bajando cargas, únicamente lo puede hacer cuando el Nizao va muy disminuido en su caudal. En tiempos de lluvia hay que cruzar en mulas o lanzarse a nado a pie, y dejar la carga atrás, porque no hay opción.
El reclamo de agricultores. Aislados y dispuestos a sobrevivir a las adversidades de la desatención y hasta a la ingratitud de las autoridades, los agricultores se niegan a abandonar El Rosalito para poblar orillas de las ciudades y en cambio se disponen a reclamar los servicios que les corresponden.
Actualmente están en plena producción de habichuela y por todos lados están hombres y mujeres arrancando, secando y paliando una de las mayores cosechas de los últimos años de esa leguminosa, lo que los convence de que “el hombre de trabajo no se va de la tierra que produce frutos”.
Con más de veinte años de fundada, la Asociación Pro-Bienestar de El Rosalito, que agrupa a 175 agricultores, quienes se han dispuesto a elevar su reclamo y motivar a las autoridades para que acudan a darles servicios a cambio de su cuidado del bosque para que los ríos y arroyos no se sequen, así como de entregar café, aguacate, naranjas, ganado, aves y viandas a los mercados.
“Lo único que tiene El Rosalito, de parte del Gobierno, son las escuelas; nada más”, dijo Jairo Pepén, presidente de la Asociación, quien deploró que la comunidad no disponga de carretera en buen estado, servicio sanitario, acueducto y electricidad.
Por el esfuerzo de los dirigentes de la Asociación, con la ayuda de algunos profesionales que nacieron allí, el Distrito Municipal de La Ciénaga, al que pertenece El Rosalito, se ha comprometido a hacer la ampliación de un pequeño puente del arroyo Cazuela, mientras que el Consejo Dominicano del Café (Codocafé) se apresta a suplir alguna ayuda a los productores.
Manuel Enrique Soto, otro dirigente de la Asociación, informó que sus reclamos han encontrado acogida en Codocafé, cuyos técnicos se han comprometido a entregarles dos quintales de semillas de café resistente a las plagas, las fundas y los fertilizantes para construir un vivero comunitario que permitirá iniciar el proceso cambio de las viejas variedades por las nuevas.
Asimismo, esos técnicos los ayudarán a gestionar pequeños préstamos con el Banco Agrícola para plantar el café y darle mantenimiento a las fincas.
“Pero nuestra mayor urgencia es que nos reconstruyan la carretera para nosotros poder sacar la producción y viajar con seguridad, porque el camino actual es muy peligroso y cuando llueve se torna intransitable”, expresó Soto, quien además de dirigente agropecuario, es el pastor que anima la Iglesia evangélica de la comunidad.
Soto hizo un llamado a la Empresa de Generación Hidroeléctrica Dominicana (Egehid) para que valore el aporte que hace El Rosalito en la protección del bosque y la producción de agua para las presas del río Nizao, sin que hasta la fecha se le haya devuelto nada a cambio.
“Tal como está haciendo la Empresa de Generación Hidroeléctrica al construir una carretera asfaltada entre El Rodadero y Palo de Caja, aquí en Ocoa, para ir hasta el muro de la presa de Jigüey, así debe hacer con la carretera Las Auyamas-El Rosalito porque el agua es de aquí que va hacia las presas”, apuntó Soto.
En su interés por salir del aislamiento y el olvido, los agricultores de El Rosalito dijeron que están decididos a buscar apoyo social con todos los sectores de Ocoa y ya tienen contactos para unir fuerzas con el Bloque de Productores Peravia-Valdesia (Blopeva) que impulsa sus reclamos en la cuenca baja del río Nizao.
Si las autoridades tienen interés en garantizar agua y electricidad para las ciudades, regadío para los predios de la costa de San Cristóbal y Baní aprovechando las aguas del Nizao, tendrán que acudir a ayudar a los agricultores de El Rosalito, en Ocoa, porque constituyen la parte fundamental para que el cauce del río no se quede seco aun cuando haya sequía como la de los últimos dos años.
Lo que exigen estos agricultores, por ahora, es poco: una carretera de poco más de siete kilómetros, que les suplan plantas para mejorar sus plantaciones de café y aguacate, lo que sin duda contribuirá a incrementar la cobertura boscosa del macizo que más arroyos permanentes suplen al

Nizao y una mejoría de vida a quienes los protegen.

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